Aleyda Gutiérrez Guerrero
Rubén Flores Espinoza es un ejemplo de dedicación y compromiso con la educación, la investigación y la cultura. Su vida ha estado profundamente ligada a la Universidad de Sonora, donde ha dejado una huella imborrable como profesor, investigador y promotor cultural.
Su visión humanista y crítica de la educación y la sociedad contemporánea lo convierten en una figura inspiradora.
Es maestro de tiempo completo del Departamento de Matemáticas, con una trayectoria de más de 55 años en la docencia e investigación. Su vida ha estado profundamente ligada a la Universidad de Sonora, donde ha contribuido significativamente al desarrollo académico y cultural.
“Soy profesor de matemáticas, una disciplina realmente muy interesante, que es la que me inspira, cuyo cultivo me ha enseñado a entender lo que uno ve, siente y vive; pero claro que eso requiere cierto esfuerzo, sobre todo, un interés en las cosas, en los problemas, en las situaciones, en la realidad y en el mundo; y, por supuesto ciertas herramientas para poder entenderlas, poderlas apreciar o modificar.
“En ese sentido, soy una persona Intelectualmente activa e interesada no solo en la comprensión de lo que es nuestra estancia en este mundo sino también en nuestra relación con los demás”, comparte.
Los primeros destellos de una vocación matemática
Nació en Navojoa, Sonora, en el seno de una familia que valoraba profundamente la educación; es el mayor de los hijos de Rubén Flores Merel y Guillermina Espinoza Ciprés. Y aunque su acta de nacimiento fue registrada oficialmente el 16 de diciembre de 1949, él siempre ha considerado como suya la fecha en que verdaderamente vino al mundo: el día 11.
Desde muy joven mostró una notable inclinación por el estudio, pero fue durante los años de secundaria cuando su destino empezó a definirse con más claridad, pues su familia se trasladó a Hermosillo, ciudad donde él pudo cursar tanto la secundaria como la preparatoria en esta casa de estudios.
Allí, su fascinación por los números y los patrones comenzó a aflorar de manera natural, aunque aún no imaginaba que esa curiosidad inicial se convertiría en una pasión que marcaría toda su vida.
“Mi vida en la universidad prácticamente ocupa casi el 80 % de mi existencia, yo llegué a la universidad en el año de 1962 como estudiante del segundo año de secundaria, venía de Navojoa, una ciudad donde, en aquel entonces, no había preparatoria, y mi familia se trasladó a Hermosillo para que yo tuviera esa oportunidad de seguir estudiando”, cuenta.
Fue en la secundaria donde tuvo un encuentro decisivo: el profesor Ignacio Ayala Zazueta, un ingeniero que no solo enseñaba matemáticas, sino que las vivía y las compartía con entusiasmo genuino.
“Desde joven me fascinó la manera en que las matemáticas permiten explicar fenómenos complejos con ideas simples, pero elegantes.
“Cuando estaba en la escuela secundaria, mi profesor, el ingeniero Ayala Zazueta nos enseñó a razonar lógicamente a través de la presentación de la geometría euclidiana, utilizando los axiomas de Euclides. Empezamos a demostrar teoremas, proposiciones y saber qué era eso y qué era lo que lo que significaba, por un lado, y cómo con el razonamiento lógico se podrían sacar conclusiones que después se podrían verificar o realizar en el pizarrón o en la realidad, fue lo que realmente me impresionó, dije yo no pues esto sí está claro, esto sí se entiende”, recuerda.
En esas palabras se condensa no solo una admiración por la disciplina, sino una forma particular de ver el mundo con asombro, pero también con claridad.
Durante la preparatoria, su vocación se afianzó y aquel gusto inicial se transformó en una verdadera pasión por el pensamiento abstracto, y esa claridad vocacional lo llevó de manera natural a inscribirse en la Licenciatura en Matemáticas en la Universidad de Sonora, en la Escuela de Altos Estudios.
Su paso por las aulas universitarias estuvo marcado por un crecimiento intelectual sostenido y por la cercanía con profesores que reforzaron su camino, entre ellos menciona a Enrique Valle Flores, quien fungió como director de su tesis de licenciatura; entonces, el entusiasmo que había comenzado con la geometría de Euclides se expandía ahora hacia territorios más vastos y desafiantes.
“Antes de terminar mi carrera hubo en la universidad una explosión demográfica en términos de estudiantes de ingeniería civil, de agricultura y ganadería, en la Escuela de Ciencias Químicas, y no había profesores de matemáticas suficientes; entonces, nos habilitaron a estudiantes del último año como profesores y empezamos a atender los cursos de geometría analítica, cálculo, de ecuaciones diferenciales en las ingenierías, yo tenía 19 años”, indica.
Consolidación profesional
La búsqueda de excelencia académica llevó a Rubén Flores Espinoza más allá de las aulas de la Universidad de Sonora, decidido a profundizar sus conocimientos teóricos y metodológicos ingresó al Instituto Politécnico Nacional (IPN), donde se integró al Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav).
Fue allí donde se consolidó como matemático de alto nivel, en un ambiente intelectual riguroso que marcaría el rumbo de su vida profesional.
Esta etapa no solo fortaleció su formación, sino que también lo encaminó hacia una carrera investigativa sólida y comprometida con la excelencia.
Y se considera con suerte, porque justo al terminar su licenciatura, gracias a una beca del recién creado Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) pudo continuar sus estudios de posgrado en este centro, donde obtuvo la maestría en 1973 y el doctorado en Ciencias con Especialidad en Matemáticas en 1979.
Su formación se enriqueció aún más con una estancia académica en la Universidad de Grenoble, Francia, donde se adentró en los campos de la geometría y la mecánica matemática.
En 1969, aún sin concluir sus estudios, Rubén Flores fue nombrado profesor de tiempo completo en la Universidad de Sonora, y a su regreso del doctorado, se integró plenamente a la planta académica; es muy probable, dice, que haya sido el primer doctor en matemáticas en la historia de la institución.
Fue así como su presencia y liderazgo han contribuido a la consolidación del Departamento de Matemáticas, que desde entonces ha experimentado un notable crecimiento y fortalecimiento académico.
Una vida dedicada a la enseñanza
Pocos trayectos en la vida profesional se pueden narrar con la profundidad y constancia que caracteriza a la trayectoria docente de Rubén Flores Espinoza, quien, con más de 55 años dedicados a la enseñanza, su vocación ha sido no solo sostenida, sino también reflexionada, renovada y compartida con múltiples generaciones de estudiantes.
Su incursión en la docencia, como ya se dijo, comenzó desde que era estudiante, una práctica común en la época para aquellos jóvenes que mostraban un talento natural para explicar y guiar. Lo que inició como una oportunidad formativa, pronto se convirtió en una pasión de por vida, señala.
“He aprendido mucho más enseñando que estudiando, en el aula uno se enfrenta constantemente al reto de traducir lo abstracto en algo comprensible y ese ejercicio agudiza el pensamiento.
“Mi objetivo siempre ha sido formar mentes independientes, que no se conformen con repetir fórmulas, sino que entiendan el porqué de cada resultado”, afirma.
Rubén Flores considera que impartir clases de matemáticas exige más que dominio técnico: implica establecer conexiones entre el conocimiento abstracto y la experiencia concreta del estudiante.
Por ello, critica con firmeza la enseñanza basada en la memorización mecánica y defiende una pedagogía que dé sentido al conocimiento, que lo vincule con situaciones significativas y despierte una comprensión profunda.
Indica que el acto de enseñar está estrechamente ligado con el de escribir, pensar y argumentar; debido a esto, lamenta la eliminación de la tesis como requisito obligatorio de titulación, y considera que, en la formación profesional, escribir una tesis no solo es una prueba académica, sino también un ejercicio de reflexión que permite al estudiante integrar y aplicar lo aprendido.
Reflexiones sobre la juventud y el papel de la universidad
El contacto directo con muchas generaciones de estudiantes ha permitido a Rubén Flores desarrollar una mirada aguda sobre los cambios culturales, sociales y educativos que han afectado a la juventud.
“No dudo de la inteligencia ni de la capacidad de los jóvenes, lo que me preocupa es la desmotivación y la confusión que a veces percibo, alimentadas por ciertos modelos de entretenimiento y una falta creciente de oportunidades laborales”, señala.
En ese sentido, aboga por la creación de proyectos educativos y culturales que transformen tanto a la institución universitaria como al entorno social del que forma parte.
Investigador y divulgador
Además de su labor docente, Flores Espinoza ha desarrollado una prolífica carrera como investigador, es miembro del Sistema Nacional de Investigadoras e investigadores, Nivel 2, reconocimiento que da fe de la calidad y consistencia de su trabajo académico.
Comparte que ha impartido cursos en licenciatura y posgrado, en especial en materias como cálculo, geometría analítica y geometría diferencial, y entre sus publicaciones se encuentran libros de cálculo, álgebra lineal, ecuaciones diferenciales parciales, análisis matemático y matemáticas aplicadas.
Contribuciones institucionales y culturales
Ha sido un impulsor de la internacionalización y fortalecimiento académico de la Universidad de Sonora, prueba de ello es su participación en la comisión que exploró convenios de colaboración con la Academia de Ciencias de Rusia, y logró la incorporación de jóvenes investigadores formados en la Unión Soviética, iniciativa que enriqueció la comunidad académica de esta casa de estudios en áreas como matemáticas, física y música.
A lo largo de su carrera, Rubén Flores ha ocupado diversos cargos que reflejan su compromiso con el fortalecimiento de la comunidad académica.
Desde hace 12 años, es presidente de la corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana en Hermosillo, y organiza programas de difusión cultural con el apoyo del seminario nacional; además, coordina eventos académicos, sociales y artísticos, incluyendo conciertos y presentaciones de libros, con lo que promueve el ambiente cultural en la región.
“Durante todos estos años he ayudado directamente a hacer ambiente cultural, organizar eventos donde las personas puedan hablar sobre todo de temas académicos, sociales o psicológicos, en nivel universitario, he hecho muchas amistades con gente destacada, porque los recibo, los atiendo y organizo todo.
“El Seminario de Cultura Mexicana es una institución nacional fundada en 1942, está integrada por unos 24 miembros titulares, casi todos intelectuales, funciona con una red de corresponsalías en distintas ciudades de México, hay alrededor de 60, y también en el extranjero. Su propósito es la difusión de la cultura universal y particularmente la mexicana, a través de conferencias, ciclos, conciertos y reuniones”, señala.
El docente fue también presidente de la Sociedad Matemática de Sonora desde donde promovió encuentros estatales y regionales para estudiantes y docentes, también ha sido organizador de simposios y congresos, impulsando el intercambio de ideas y la actualización académica; también ha impulsado la creación de murales en distintos espacios de la Universidad en las áreas de Letras, Matemáticas y Agricultura.
Revela que para él la Universidad de Sonora no es solo su lugar de trabajo, es parte de su identidad, ha crecido con ella y ha visto cómo se transforma, con sus aciertos y sus desafíos.
Una apuesta del universo
En la ceremonia del Día del Maestro en la Universidad de Sonora, realizada el pasado 14 de mayo, Flores Espinoza recibió un reconocimiento por sus 55 años de trayectoria en la institución.
Ante esto, resalta que comparte sus logros con su esposa, sus dos hijos y sus cinco nietas. Recuerda con sensibilidad a su nieto de 17 años que falleció recientemente, una pérdida que lo marcó profundamente.
Y tras su larga trayectoria y sus múltiples aportaciones, actualmente, dice, le interesa escribir sus impresiones, una especie de autobiografía o reflexiones sobre el conocimiento, ¿qué son las matemáticas?, ¿de dónde vienen?, textos con lenguaje más accesible.
“No busco publicar por publicar, sino comunicar lo que he aprendido. Mi experiencia me ha llevado a ciertas conclusiones o percepciones sobre el papel de la vida, el conocimiento y lo que significa ser humano.
“Creo que cada persona es una apuesta del universo, de Dios si quieres llamarlo así. Alguien que tiene la capacidad de percibir, pensar y cumplir una misión, creo que somos pedazos de algo divino, aunque no en un sentido religioso tradicional”.
También piensa que la realidad que vemos es solo una parte y hay muchas formas de interpretar el mundo, a través de la música, el arte, la ciencia, por mencionar algunas.
“Cada uno contribuye desde su lugar, a mí me interesa el pensamiento, el razonamiento, pero también me gusta que me expliquen otras formas de ver. Me gusta disfrutar de la música de la pintura, platicar, compartir con colegas, con músicos, con estudiantes, con amigos, escuchar y entender otras perspectivas”, declara.
Para concluir, se mostró muy agradecido con algunos de sus grandes profesores, así como colegas, entre ellos Ignacio Ayala Zazueta, el que lo introdujo a las matemáticas; Alejandro Dueñas Durán, Enrique Valle Flores y Jorge Ontiveros Almada.
Pocas trayectorias académicas combinan con tanta coherencia la excelencia intelectual, el compromiso ético y la sensibilidad cultural como la de Rubén Flores Espinoza, cuyo legado no se mide solo en libros, clases o conferencias, sino en la huella indeleble que ha dejado en generaciones de estudiantes, colegas y lectores.