Armando Zamora/
Era martes en la Universidad de Sonora. Y era también un reguero de sensaciones casi dormidas que, como panteras en la oscuridad, esperaban la señal para levantarse de su letargo, desperezarse y empezar a moverse lenta, cautelosamente sobre las piedras de la expectación. Decenas de corazones se habían reunido para presenciar el renacimiento de una de las tradiciones más hermosas que todavía tenemos en este país que nos duele cada día más: la celebración del Día de Muertos, el rescate de la memoria, el volver a saludar a los ausentes más queridos, nuestros difuntos del alma.
A las 19:00 horas se atenuaron las luces del área de descanso del Departamento de bellas Artes y empezó la procesión de ánimas que volvieron a habitar los pasillos para participar una vez más del juego de la vida con música, comida y danza… mucha danza. La sensación de mil hormigas recorriendo la piel fue general, y al paso de los múltiples personajes que hacían crujir su esqueleto hecho de flores inició el Shantolo: una ofrenda por los ausentes, un rito ancestral para recibir a los seres cercanos que se han ido.
EL Shantolo, dicen los estudiosos, es el acto de abrir una puerta para que los muertos nos visiten, disfruten de la vida terrenal, coman tamales, pan, se echen su aguardiente y bailen al son del violín, la guitarra y la jarana. Y a eso fue lo que convocaron los acordes de tres notas simples que borda el son huasteco Xochipitzáhuatl (Flor menudita): a recibir el espíritu festivo de los difuntos, bailar con ellos, vivirlos y llorarlos de nuevo, y enamorarse una vez más de aquella persona que nos hizo vivir sin límites… y que ya no está más a nuestro lado.
“Tiaka, compañeros, ti pashialoti María. Ti mo youaloske iuan tonantsi Santa María Guadalupe” (Vamos, compañeros, a visitar a María, a rodearnos de la Virgen Santa María de Guadalupe), reza el son, que es un canto en honor a Tonantzin, la diosa madre Tierra que con la conquista se sustituyó por la virgen de Guadalupe, y se entona y baila para pedir que llueva, para celebrar las cosechas o en el Día de Muertos.
Los alumnos y maestros de la Licenciatura en Artes Escénicas de la Universidad de Sonora prepararon el Shantolo como una muestra de su quehacer cotidiano, pero sobre todo como parte de su trabajo de reivindicación de las antiguas costumbres mexicanas que más que fomentar el espanto ridículo por la muerte, celebra el ciclo de la vida: legado, memoria y presente.
En el programa de mano distribuido entre los cientos de asistentes a la celebración, los integrantes de la comunidad de Artes Escénicas señalan firmes: “Bailamos por la sabiduría de los ancestros, por los que nos precedieron, por los que nos faltan. Bailamos y cantamos por las historias de amor que se escribieron, por las que se truncaron, por las que serán. Bailamos con alegría la vida, para imaginar otros mundos posibles, de esos que empiezan con el reconocimiento y respeto por el otro”. Ante ellos hay poco que añadir, sino un honesto agradecimiento por compartir su esperanza por la vida con quienes vamos por la vida espantándonos con la realidad.
En la fiesta (que al final de cuentas todo fue una enorme fiesta integradora desde la danza) participó la gran comunidad de la Licenciatura en Artes Escénicas —profesores, alumnos y técnicos— en las cuadrillas y bailes, que hicieron recordar momentos memorables: desde las
danzas ancestrales hasta el Thriller, de Michael Jackson, pasando por La llorona, los Sharks y Las calaveras salen de su tumba (Chúmbala cachúmbala), entre otras melodías, y la ofrenda a dos artistas inmortales cuyo espíritu flotó nuevamente en los pasillos: la grandeza del bailarín y coreógrafo Paul Taylor, fallecido el 29 de agosto de 2018, y la luminosidad del poeta y dramaturgo Abigael Bohórquez.
Al final de la presentación, al pie de la enorme ofrenda que se levantó en honor a familiares, amigos y ausentes colectivos, se compartieron los alimentos que los asistentes —los asiduos a Martesdanza— llevaron para nutrir no sólo al cuerpo en lo individual, sino sobre todo a la integración de ese colectivo que encuentra complicidades en las artes, y desde ahí se multiplica para bien de la sociedad. Y luego la noche se llenó de ritmos festivos que se abrazaron sin prisas con la satisfacción que otorga el trabajo bien hecho, mejor compartido y totalmente disfrutado.
Los organizadores de la fiesta agradecen la intervención de Alejandra López Guerrero como maestra de ceremonias; a Armando Zamora por la lectura del poema Llanto por la muerte de un perro, de Abigael; la edición musical de Priscila Almeida, la coordinación técnica e iluminación a cargo de Nicolás Rivera y Gustavo Jacobo, la intervención de Anel Parra con la colaboración de los integrantes del Laboratorio de Producción 1 en la idea e investigación, el diseño del espacio y coordinación de vestuario a cargo de producciones la lágrima, y la coordinación general de Adriana Castaños.
El 6 de noviembre, Martesdanza tiene programada la interpretación de los duetos (a)2, que ejecutarán Arlyn Z. Ruiz y Abraham Mitre; Rojo no 9, que escenificarán Aura Domínguez y Edmy Borbón, y Petricor, que montarán Claudia Paola y Melissa Encinas. Además, Un clásico de ti, que interpretará el Taller de Danza Contemporánea UABC, bajo la dirección de Rosa A. Gómez y Verónica Gaytán.
La cita es en el Foro Bellas Artes. La función inicia en punto de las 19:00 horas. La cuota de recuperación general es de 60 pesos; estudiantes y tercera edad, 30 pesos. Acredita Culturest a estudiantes universitarios.