Jesús Alberto Rubio
Urge conservar, proteger y mejorar los recursos naturales en las comunidades, así como resguardar la salud y el bienestar de sus habitantes de los riesgos e impactos ambientales y climáticos, todo ello con un espíritu justo e inclusivo, afirmó la académica Antonina Ivanova Boncheva al participar en el II Congreso Internacional de Estudios de Posgrado. Responsabilidad de las ciencias económico-administrativas para atender los retos ante la covid-19.
La profesora investigadora del Departamento de Economía de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, Premio Nobel de la Paz 2007 Intergovernamental Panel on Climate Change (IPCC), dio a conocer en su intervención acciones que calificó como claves para una recuperación económica y social que dijo deben resultar positivas para la salud, el clima y la sustentabilidad.
Destacó estrategias como generar nuevos empleos y negocios a través de una transición verde y justa mientras se acelera la descarbonización de todos los aspectos de la economía y crear planes de desarrollo sustentable a mediano y largo plazo con la participación de las comunidades involucradas como agentes activos en las etapas de planeación e implementación y monitoreo de los resultados.
Asimismo, planteó la trascendencia de cambiar la economía de gris a verde, uso de financiamiento público para hacer a las sociedades más resistentes, invertir fondos públicos en proyectos que ayuden al medioambiente y al clima, favorecer la energía renovable, el transporte público y los edificios inteligentes.
“Se pueden también considerar los riesgos y las oportunidades para cada economía en particular, aprovechando el financiamiento, la transferencia de tecnología y la cooperación para el desarrollo, además de trabajar juntos como comunidad internacional para combatir la covid-19 y el cambio climático”, sostuvo en el congreso organizado por la División de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Sonora.
Ivanova Boncheva puntualizó que es preocupante continúe en aumento la temperatura de la superficie terrestre y acuática a escala mundial de manera constante ante la acumulación en la atmósfera por el efecto invernadero a causa del bióxido de carbono.
“Entre el 2000 y 2010 ha sido el mayor periodo del calentamiento global que las décadas anteriores”, advirtió, además de señalar que la actividad humana viene a ser la causa del calentamiento global desde los mediados del siglo XX, con impacto en todos los continentes.
Reiteró que las emisiones y concentración de gases con efecto invernadero (GEI) en la atmósfera generan graves consecuencias, como fenómenos relacionados con el calentamiento del océano, eventos extremos como ciclones y huracanes de más fuerza, cambio del patrón de precipitaciones y vientos, entre otros.
“Los pueblos ubicados en los trópicos están más expuestos a los impactos del cambio climático por su posición geográfica a nivel del mar”, apuntó la Premio Nobel de la Paz 2007 Intergovernamental Panel on Climate Change (IPCC).
En su conferencia magistral Cambio climático y cooperación internacional: nuevos desafíos con covid-19, hizo la reflexión en cuanto a que vivimos en una época en la que las crisis se cruzan y se elevan a una escala global, con niveles visibles de desigualdad, degradación ambiental y desestabilización climática, al igual que con nuevas oleadas de populismo, conflicto, incertidumbre económica y crecientes amenazas a la salud pública.
“Todas son crisis que están cambiando lentamente el equilibrio, cuestionan nuestro modelo económico de desarrollo de las últimas décadas y nos obligan a repensar nuestros próximos pasos”, dijo ante la presencia del moderador de su conferencia, el académico Francisco Vargas Serrano, coordinador de la Maestría en Finanzas de la Universidad de Sonora.
Planteó que la percepción del riesgo es claramente diferente después de que, el 18 de junio de 2019, la secretaria ejecutiva de la ONU sobre cambio climático describiera la situación actual como una “emergencia climática” e hiciera un llamamiento a todos para que participen en la “batalla de nuestras vidas”.
Acuerdo de París
Antonina Ivanova señaló que el Acuerdo de París, en 2015, incorporó casi 200 países que se comprometieron a evitar que la temperatura media global ascienda por encima de 2°C con respecto a los niveles preindustriales hacia fin de siglo, y a hacer todo lo posible para limitar ese calentamiento a 1.5°C.
Para ello, dijo, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) originadas en la actividad humana deberían reducirse en 2030 un 45% con respecto a las de 2010. “Hoy distamos de alcanzar esta meta, pero hay todavía una ventana de tiempo, cada vez más corta, para hacerlo”.
Mitigar y adaptarse a la emergencia climática, reiteró, es más imperioso que nunca, y no sólo por los riesgos de futuras pandemias que podría traer consigo un mayor calentamiento global, sino también porque las medidas para prevenirlo contribuyen a evitar otra serie de crisis sanitarias.
Afirmó que la reducción de la contaminación atmosférica mediante el recorte de los combustibles fósiles es una herramienta para mejorar la salud pública y que su eliminación gradual podría evitar 3.6 millones de muertes prematuras cada año por la contaminación del aire exterior, y 5.6 millones si se incluye la contaminación procedente de la agricultura y los hogares.
“En el caso de los efectos de la covid-19, éstos se sienten más allá de nuestra salud y economía. En los últimos meses, con el freno de la actividad sin precedentes a raíz de las medidas de distanciamiento social, hemos sido testigos (virtuales o presenciales) de aires y aguas más limpias, cielos más celestes, y el retorno de especies, entre otros ejemplos del daño ambiental generado por nuestras actividades cotidianas”, dijo.
Sostuvo que la naturaleza, maravillosamente resiliente, nos demuestra que no es mucho lo que necesitamos hacer (o no hacer) para que florezca nuevamente, pero que, no obstante, cuando la crisis ceda, el imperativo será la recuperación económica.
“La pregunta es cómo será, en dónde pondrán el foco los gobiernos e industrias, y si aprenderemos algo de esta pandemia y nos abocaremos a la construcción de un mundo más sano y equitativo. Si queremos evitar futuros coronavirus, debemos cambiar radicalmente nuestros patrones de producción y consumo para reducir nuestra interferencia sobre el mundo natural, proteger el ambiente y afrontar al cambio climático y sus impactos”, abundó.
Introducir cambios dramáticos
En este contexto, calificó como oportuno recordar la carta publicada en noviembre de 2019 por más de 11,000 científicos de 153 países, en la cual advirtieron que la crisis climática se está acelerando más rápido de lo previsto por la gran mayoría de los científicos y que, por lo tanto, deben introducirse cambios dramáticos en la sociedad para evitar un sufrimiento incalculable.
Afirmó que en la medida en que consideramos las eventuales transformaciones sociales y económicas que pueden emerger de esta pandemia, debemos reconocer que esta enorme fuerza disruptiva está operando sobre todo en el ámbito de los sistemas sociales y económicos.
La crisis climática opera en mayores escalas de impacto: involucra también a los sistemas biofísicos planetarios, como la biósfera y la atmósfera. La alteración de esos sistemas naturales puede mermar los numerosos beneficios que entregan a las sociedades humanas, y desencadenar consecuencias mucho más devastadoras que las que atestiguamos.
Este debía ser un “año decisivo” para las iniciativas contra el cambio climático, tal como señaló el secretario general de la ONU en una reciente comparecencia relativa a la cumbre anual sobre la acción climática de dicho organismo.
La investigadora se lamentó que “como víctimas de la covid-19” se hayan pospuestos cumbres como la de Glasgow, donde se esperaba que 196 países presentaran nuevos y más ambiciosos planes para cumplir con las metas de reducción de emisiones establecidas conforme al Acuerdo de París.
Así, agregó, otras reuniones internacionales vinculadas con el clima —sobre la biodiversidad y los océanos— también se han visto alteradas, aunque sostuvo que la necesidad de movilizar a los gobiernos para que adopten medidas de mitigación del calentamiento global nunca ha sido más urgente, y que en esta coyuntura se agrega la dificultad de no poder reunir a los líderes mundiales para abordar la cuestión.
Antonina Ivanova Boncheva es licenciada en Relaciones Económicas Internacionales por la Universidad de Economía Internacional y Doméstica de Bulgaria. Asimismo, cursó la Maestría en Periodismo Económico en el Instituto de Investigación de Integración Europea, impartida en conjunto con la Universidad de Economía Internacional y Doméstica de Bulgaria. Es doctora en Economía con especialización en mercados financieros, por la UNAM. Al concluir, continuó su formación académica a través de un posdoctorado en Economía, con especialización en Mercados Financieros, en Inglaterra.