Armando Zamora//
Las emociones positivas que obtenemos al cantar en un grupo son una especie de recompensa evolutiva por cooperar unos con otros. Hay estudios que sugieren que la creación de música en conjunto evolucionó como una herramienta de cohesión social: grupos y tribus cantaban y bailaban juntos para comprometerse, transmitir información vital y combatir unidos contra los enemigos.
Y aunque no fue una batalla propiamente dicha, el recital Melodías del Recuerdo, Temporada 1, realizado el pasado viernes, tuvo el cruce fastuoso de metafóricas luces de bengala sobre el escenario del teatro Emiliana de Zubeldía: las voces del grupo Coral Yeyé Kari, compuesto por 24 cantantes —sopranos, mezzosopranos, tenores y barítonos—, defendieron la magia del momento con las herramientas naturales del canto.
“Esta es la primera de una serie de presentaciones que recogerá diversas épocas de la música, así como algunas de las piezas más representativas de esos años”, apuntó la profesora Karina Romero, directora artística y musical del concierto. Mientras, el programa de mano señalaba que “Melodías del Recuerdo es un concepto que abarca dos grandes épocas de cambios, los años 50 y 60, con un repertorio distinto cada temporada y con temas del famoso Top 40, destinados a entrar a las rockolas de aquellas épocas”.
En el programa se incluyeron melodías como Rum and Coca-Cola, I’ll never fall in love again, I will survive, Day-0, Hit the road, Jack y las icónicas Fly me to the Moon y New York, New York, que hiciera famosas el gran crooner Frank Sinatra.
Además, se interpretaron La vie en rose, Tu vuo’ fa’ ll’americano, Volare, Bella ciao y no podían faltar la reconocida canción napolitana Funiculi funicula, escrita en 1880 por el músico Luigi Denza y el periodista y poeta Peppino Turco. La letra de la pieza nos remite a la inauguración del primer funicular que subía al Vesubio, por ello dice: “Se vede Francia, Proceta e la Spagna… Io veco a tte!”.
El canto es instintivo y necesario para nuestra existencia. Acaso por ello se notó el júbilo entre los integrantes de Yeyé Kari. Es bien sabido que la música modula la frecuencia cardiaca, el pulso, la presión arterial, la temperatura corporal, la conductancia de la piel y la tensión muscular. Además, ayuda incluso a sanar el corazón y facilita las relaciones sociales.
Además, cantar en compañía de otros es la mejor actividad para romper el hielo y crear rápidamente lazos de amistad. Y algunos estudios han mostrado que el corazón de las personas que cantan en un coro late al unísono, ya que todos respiran a la vez y sus constantes vitales se sincronizan. Y también las emociones se contagian entre ellos con mayor facilidad.
De creerse o no, la neurociencia del canto muestra que, cuando cantamos, los neurotransmisores se conectan de maneras nuevas y diferentes: se activa el hemisferio derecho del cerebro y se liberan endorfinas que nos hacen más inteligentes, más sanos, más felices y más creativos. Y cuando cantamos con otras personas este efecto se amplifica: el coral dirigido por la profesora Karina Romero es el mejor ejemplo de ello.
El grupo Coral Yeyé Kari está conformado por alumnos de los talleres de Canto y de la Licenciatura en Música del Departamento de Bellas Artes. En el recital, la agrupación estuvo acompañada al piano por Jaime Verdugo.