Se ha jerarquizado el papel de la universidad como centro promotor de cultura y educación ciudadana; sin embargo, no siempre constituyen un modelo de organización escolar ni reflejan en sus actividades curriculares y extracurriculares la orientación hacia la formación ciudadana, estableció Rosile Obret Orphee, profesora de la Universidad de Guantánamo, Cuba.
En su intervención en el II Congreso Internacional de Educación y Pedagogía, Ambientes de Aprendizaje Holístico: Pospandemia, que se realiza en la Unidad Regional Norte, se preguntó qué tipo de ciudadanos se necesita formar, afirmando que es preciso una reconceptualización de la formación ciudadana, y cómo formarlo en el contexto universitario.
En la conferencia “La formación cívica y ciudadana en estudiantes: su tratamiento pedagógico”, precisó lo que considera las respuestas oportunas: se debe formar un ciudadano que esté acorde a las necesidades y características de su tiempo; partícipe defensor de sus derechos, que conozca sus deberes, y que su motivación personal sea la base para el desarrollo social.
La expositora invitada planteó que las universidades estrechan lazos de colaboración con la sociedad contrayendo gradualmente compromisos de diversos tipos: sociales, educativos y culturales, entre otros, con importante lugar en los proyectos elaborados en los marcos institucionales.
“Una arista significativa desde el contexto universitario es la participación ciudadana, la que tiene como principal objetivo lograr la autogestión, el vínculo entre universidad y sociedad como centro cultural más importante de la comunidad, así también, la ampliación de su margen en la toma de decisiones para coadyuvar a la construcción de una eficiente planeación estratégica de los centros universitarios y la sociedad”, puntualizó.
Rosile Obret precisó el concepto de lo que es la profesionalización: “es la clave; se manifiesta en compromiso contraído con la sociedad en ese ámbito donde demuestre su actuación con espíritu de cooperación y lealtad a sus principios. Es vincular los contenidos de su profesión con su actitud cívica”.
La académica cubana dijo que los sujetos principales de dirección de la educación ciudadana, los padres y los profesores, afectados por la situación social, económica y el deterioro de valores, no siempre realizan una influencia positiva en la formación de los niños, adolescentes y jóvenes.
Contexto histórico y pandemia
“El contexto histórico condiciona los procesos de formación, por tanto, la pandemia por el covid-19 reconfiguró las maneras de hacer y ser de los individuos conceptualizando las dimensiones de la formación ciudadana”, puntualizó en el último día del evento académico.
Obret Orphee indicó que en todo este proceso educativo y cultural observa un fortalecimiento de los resortes éticos, políticos y jurídicos en el ámbito institucional.
Sin embargo, advirtió, tales preceptos no siempre se corresponden con el desarrollo de la conciencia jurídica, moral y política.
“Existe un desfase en la jerarquía de valores que regulan la conducta ciudadana, reflejada en la sobrevaloración de las necesidades e intereses individuales en detrimento de los aspectos sociales cuyas manifestaciones evidencian formas de enajenación en algunos sectores de la sociedad”, sostuvo.
Se ha incrementado, añadió, la acción de los institutos socializadores (familia, escuelas, organizaciones políticas y de masas y medios de comunicación) en función de la formación ciudadana. No obstante, consideró que actúan de manera fragmentada, debilitándose el carácter sistémico de esa influencia.
La expositora antillana fue invitada al congreso organizado a través de la División de Ciencias Económicas y Sociales, el Departamento de Ciencias sociales y la Academia de Ciencias Jurídicas, Psicológicas y Educativas de la Unidad Regional Norte.