Armando Zamora/
En una fecha cargada de historia, reclamos, emociones, simbolismos, se llevó a cabo el montaje Prohibido prohibir. Memorias del ’68, cuadros escénicos que evocaron con música, frases, bailes y jirones el entorno social que dio vida al movimiento estudiantil que fue reprimido la noche del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco.
Tal vez no fue casual que la presentación iniciara con un anuncio radial de un detergente, que en la década del 60 decía, gracias a la perspicacia comercial del poeta Salvador Novo y la voz impactante de Toña la Negra: “Viva los tres movimientos de FAB: remoje, exprima y tienda”, como evocando la intención de lavar de la memoria toda la sangre y los gritos desgarrados de aquella noche, que el gobierno de Díaz Ordaz y los presidentes sucesivos quisieron imponer como verdad histórica.
Pero la verdad busca, como la naturaleza misma, su camino hasta encontrarlo. Y eso fue lo que los estudiantes del séptimo semestre de la Licenciatura en Artes Escénicas de la Universidad de Sonora aportaron en el Foro Bellas Artes: su propia visión de los hechos al reconocimiento ahora público de aquella masacre que indignó a un país que se preparaba para recibir los llamados “Juegos de la Paz”, la XIX Olimpiada, que no estuvo exenta de protestas. Y los universitarios la trajeron al escenario en palabras.
Es memorable la escena de los corredores norteamericanos Tommie Smith y John Carlos levantando el puño vestido con guantes negros en repudio a la segregación y racismo en su patria. Y pocos se percataron que el otro miembro del podio triunfador, el australiano Peter Norman, ganador de la presea de plata, portaba en la premiación un botón del Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos, una organización establecida en un año previo para oponerse al racismo en el deporte. En ese momento, los tres atletas fueron desterrados del olimpismo.
No podía esperarse otra cosa. Era 1968 y el mundo se descosía por todas sus costuras, como dice un documental de Canal Sur Radio y Televisión: Vietnam, la Primavera de Praga, el Mayo francés, la matanza de la Plaza de las Tres Culturas, la lucha por los derechos civiles de los negros americanos, el asesinato de Martin Luther King… y ahí estaban, 50 años después, los alumnos de la académica Adriana Castaños haciendo que el público sintiera y resintiera en la piel cada voz, cada movimiento, cada jirón de historia… de dolorosa historia, para decirlo con propiedad.
Gustavo Díaz Ordaz, un presidente que defendió a dentelladas feroces y balazos mortales y algo más que horas de trabajo burocrático el paso de su nombre a la historia, fue uno de los personajes centrales no sólo de esa página triste de México, sino también de la presentación; un literal ejecutante que se mantuvo en el pedestal como inquisidor mientras en la piedra de los sacrificios estaba ese otro gran protagonista: la sociedad mexicana, que tuvo en los estudiantes la gran caja de resonancia.
Sentado en la butaca, rememorando los hechos de hace 50 años, uno como espectador que vivió sin vivirlo aquel 2 de octubre, sólo podía dejar fluir el recuerdo mientras un puño invisible apretaba la garganta en la oscuridad y un par de lágrimas rodaron hacia los cientos de muertos que todavía buscan una voz, una luz, una mano que los rescate del anonimato y los ponga en letras de oro en los libros de historia, en contra de todo el silencio.
Porque bien dijo Rosario Castellanos: La plaza amaneció barrida; los periódicos dieron como noticia principal el estado del tiempo. Y en la televisión, en la radio y el cine no hubo ningún cambio de programa, ningún anuncio intercalado ni un minuto de silencio en el banquete. (Pues prosiguió el banquete).
No queda más que agradecer a los integrantes del Laboratorio de Producción I, dirigido por Adriana Castaños, por dar testimonio de que la desobediencia es, a veces, moralmente obligatoria. Gracias a Melissa Encinas, Abril Núñez, Carlos Murguía, Anel Parra, Citlalli Aguirre, Katia Gardea, Priscila Almeida, Abraham Mitre, Edmy Borbón, Daniela López, Aura Domínguez, Katur Bejarano, Paulina Beyliss, Arlyn Ruiz, Cecilia Escalante, Julia Candiani, Claudia Paola y Ramsés Carranco, así como al equipo técnico que hizo posible que en Martesdanza 2018 las luces de bengala tuvieran otro significado: el de la vida.