La reconfiguración de familia ha atravesado momentos difíciles en la pandemia que ha contribuido a la resiliencia entre los integrantes del núcleo familiar; porque cuando hay voluntad se pueden hacer las cosas y estar en familia se puede comprender que la vida es la forma de cómo se sobrellevan situaciones adversas y eso hace la diferencia, aseguró María Eugenia Pérez Herrera, académica de la Universidad Juárez del Estado de Durango.
Señaló que la gran paradoja llamada pandemia tiene muchas aristas que deben de ser investigadas y descubrir los verdaderos efectos de la contingencia sanitaria que afectó a la mayoría de la población mundial y trastocó los ejes familiares, a grado de modificar las voluntades de las personas y establecer mecanismos de defensa de cómo enfrentar la adversidad sanitaria y dar la posibilidad de transitar de la mejor manera posible.
La trabajadora social abocada al tema de composición familiar dijo que los desastres y emergencias no solo arrojan luz sobre el mundo, también abren el tejido de la normalidad a través de los agujeros de la realidad para que el ser humano pueda vislumbrar otras posibilidades. “La crisis sanitaria que atravesamos permite abrir espacios para que se puedan imaginar nuevas formas de adaptarse a los roles sociales y desarrollar procesos de intervención”.
En su conferencia magistral de cierre del IV Seminario de Investigación de la Red Nacional de Trabajo Social y Familia, con el tema Reconfiguración de las familias a partir de la pandemia, retos y desafíos, la catedrática universitaria recordó que el impacto de la pandemia ha permeado en todas las personas y no sólo se ha manifestado con la crisis en el sistema de salud, sino también en la cuestión económica, educativa, conciliación de trabajo y familia.
En el ámbito sanitario, comentó que la covid 19 ha cobrado en el mundo más de 5 millones de muertes y más de 250 millones de casos; en América Latina los datos arrojan que millón y medio de vidas se han perdido y 44 millones de casos conformados, y en México hasta el día de miércoles 10 de noviembre oficialmente se registraban más de 289 mil vidas cegadas por el virus SARS CoV-2, y lo más lamentable es que alrededor de 150 mil niños y niñas perdieron a uno o ambos padres y aceleró enfermedades de salud mental, tristeza y depresión.
En el impacto económico, a nivel mundial 740 millones de mujeres trabajan en la economía informal y durante el primer mes de la pandemia, sus ingresos se redujeron en un 60%, una pérdida equivalente a más de 396 millones de dólares.
“México una de las pocas economías emergentes que aún no ha puesto en marcha programas adicionales específicos para apoyar a las personas en situación de pobreza frente a la pandemia, el 21% de las mujeres que trabajaban en el sector informal habían perdido su empleo en mayo de 2020, frente al 15% de los hombres en el mismo sector”, añadió.
En el área educativa, según un estudio proporcionado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), revela que más de 180 países cerraron temporalmente sus centros educativos y en el peor momento 1,700 millones de estudiantes dejaron de ir a la escuela. También afirma que 32.8 millones de niños y niñas fue la última posibilidad que tuvieron de acudir a la escuela o universidad y producto de esta contingencia se estima que para el 2030 habrá más de 13 millones de matrimonios infantiles en todo el mundo a causa de los cierres de los centros educativos e incremento de la pobreza.
La experta en reconfiguración familiar mencionó que, en México, a través del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) se aplicó una encuesta para medir el impacto de la covid, la cual dejó ver que, por falta de dinero, derivado del aislamiento social no se inscribieron 5.2 millones de estudiantes al ciclo escolar 2020-2021 y 1.8 millones de escolares no concluyeron el ciclo escolar anterior; de esta última cifra 1.5 millones corresponden a escuelas públicas y el resto a escuelas privadas.
“Los datos anteriores son importantes porque eran espacios seguros para niños y niñas, se constituían como la vía importante para coadyuvar en las medidas de cuidado y este cierre temporal también generó nuevas formas de organización al interior de las familias y hogares, pues el hecho de tener a los niños y niñas en caso, hizo el traslado de procesos de aprendizaje a los hogares y recayó en las tareas de las mujeres”, sostuvo.
Pérez Herrera afirmó los cambios en la familia requieren adaptación o plasticidad que no todas fueron capaces de generar, y las situaciones afectan de manera desigual a los adultos que están enfrente de los núcleos; a partir del confinamiento social incidieron en forma desigual entre hombres y mujeres, planteando mayores retos para las mujeres por la doble presencia y abre las brechas de desigualdad en las que el trabajador social puede generar acercamientos a las realidades para producir conocimiento y modelos de intervención más específicos relacionados a las familias y grupos vulnerables.
Como reflexión expuso que después de la pandemia y la reestructuración social y económica, habrá nuevas maneras de vivir en familias, de organización al interior de la institución familiar y la oportunidad para aprender de las experiencias para resignificar nuestras posiciones en el mundo; serán las propias familias tradicionales, emergentes o en transición las que develen cuáles son las nuevas formas de organización, los roles, sus mecanismos de manteamiento, sus estilos de comunicación, de límites y cohesión, pues serán ellas quienes vayan marcando el paso.
También como trabajadores sociales deberán estar atentos para otear desde el espacio su realidad y tratar de reconfigurar los esquemas conceptuales de referencia operativas y proponer a su servicio los medios que requieran para su mejor desarrollo, reconociendo el todo a través de sus partes y siempre las familias como centro de la intervención-acompañamiento en pleno reconocimiento de su diversidad y dignidad.