Defender una Denominación de Origen no significa defender una marca comercial, significa defender el sentido cultural de una región, las costumbres, y todo lo que tiene que ver con el producto como es el entorno ecológico, el entorno social, el entorno económico, explicó la investigadora Vianey Del Río Guerra.
En una participación en el programa de Economía y Sociedad, programa que produce el Departamento de Economía y se transmite por Radio Universidad, la experta en el tema habló de la necesidad de anteponer los intereses de una población que busca trascender por su cultura a los intereses comerciales.
Especialmente, en el tema del Bacanora, bebida tradicional y representativa del estado de Sonora, dijo que por tener una denominación de origen pertenece al estado y es éste el que otorga las autorizaciones, los permisos para su producción.
“Todos los productos que logran una Denominación de Origen se convierten en un legítimo interés público y como son propiedad del Estado, éste genera normas oficiales para su producción y también su comercialización”, expresó.
Del Río Guerra dijo que México apenas tiene el registro de 18 productos con Denominación de Origen y cada uno de ellos representa la cultura de alguna de las regiones de México, como es el caso de Sonora con el Bacanora, pues deben responder a las características culturales y geosociales de una región.
Durante una charla con Mario Alberto Mendoza, y Pavel Raúl Denis Quiñones, Vianey habló un poco de la historia de cómo se crearon los productos con Denominación de Origen y recordó que, formalmente, los procesos iniciaron con los registros del queso Roquefort de Francis, pues argumentaron que tenía características propias y únicas de una determinada parte de ese país en donde se elaboraba el producto.
Refirió también al problema que se generó en Europa donde los vinos tienen su prestigio de acuerdo a cada región y surgió la necesidad de defender algunos tipos ya muy reconocidos, como el que se producía en el valle de Oporto y que muchos quisieron imitar cuando en algunos lugares se presentó una plaga de insectos que afectaron la calidad de la producción de uvas en algunas regiones.
Reiteró que, con lo ocurrido con los vinos en Europa, dio pie a que los portugueses hicieran gestiones para proteger sus vinos de origen y se sumaron más esfuerzos a nivel internacional encaminados, principalmente a proteger la identidad, la creatividad y el trabajo de las personas en su entorno social, cultural, ecológico y demás.
“Pero no fue hasta el convenio de París donde surgen las palabras como patente y derecho de autor que protegen la inventiva de los productos comerciales y se une al apartado de las indicaciones geográficas que protegían a los productos que eran elaborados por una determinada región.
“En 1958 en el arreglo de Lisboa, aparte del Convenio de París, ya se hablaba específicamente de la Denominación de Origen de un producto que representa a una región, pequeña y/o grande con sus características propias del entorno geográfico, promoviendo la cultura, el valor de lo humano y de las cuestiones endémicas de la región”, explicó.
La Denominación de Origen significa tradición, reiteró y dijo que son 33 países los que están inscritos en el tratado de Lisboa y, mientras la Unión Europea cuenta con 1,011 productos protegidos por Denominación de Origen, en América Latina solo son 7 los países inscritos.
México, añadió, se registró en 1966 y sólo tiene 18 productos con Denominación de Origen y de éstos, sólo uno, el Bacanora es de Sonora, que, por su condición, nos representa no sólo a Sonora, sino a México a nivel internacional.
Del Río Guerra reiteró que, siendo un país con una gran riqueza cultural, podríamos contar con más productos con Denominación de Origen, pero al final de cuentas dijo que qué bueno que no los tenemos aún, pues hay fallas estructurales en todos los procesos.
“El problema se presenta desde el momento en que la Denominación de Origen empieza a satisfacer las necesidades de los consumidores y el producto comienza a perder su esencia por la tradición; definitivamente no debemos privilegiar el gusto de los consumidores para modificar los productos, pues, para eso, están los productos comerciales”, apuntó.
Señaló que se creó un equipo de investigadores y académicos para intervenir en la solicitud que se hizo para la modificación de la norma de Bacanora, pues este producto va más allá de la botella y tiene que ver con un ecosistema, tradiciones, cultura, procesos sustentables e identidad regional, entre otras.