En personas y grupos sociales el hambre es factor de pobreza, reduce la productividad y aumenta enfermedades: Especialista

Jesús Alberto Rubio/

El incremento en la población, los fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el cambio climático, la recesión económica y el rápido aumento de los niveles de sobrepeso y obesidad hoy afectan el progreso logrado en la lucha contra el hambre y la malnutrición, afirmó Guillermo Arteaga McKinney, profesor investigador del Departamento de Ciencias Químico Biológicas de la Universidad de Sonora.

Al participar con el tema Seguridad Alimentaria, en reciente evento organizado por el Departamento en el marco del Día Mundial de la Alimentación FAO 2018 —Hacia el Hambre Cero—, señaló que el hambre puede provocar en las personas y grupos sociales la pobreza, reduce la productividad y aumenta la incidencia de las enfermedades.

El especialista en el área planteó que la seguridad alimentaria se da cuando todas las personas tienen acceso físico, social y económico a alimentos seguros, nutritivos y en cantidad suficiente para satisfacer sus requerimientos nutricionales y preferencias alimentarias, y así poder llevar una vida activa y saludable.

Hizo suya la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, la que proclama que toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación.

Millones de personas con hambre

En su intervención dentro de la actividad denominada la Tecnología de alimentos en el combate del hambre, se lamentó que actualmente casi 35 millones de mexicanos no tengan ingresos suficientes para su alimentación.

Indicó que prevalecen entre la población barreras específicas a la hora de alimentarse saludablemente, como la falta de dinero para comprar frutas y verduras, conocimiento y tiempo para preparar alimentos saludables; preferencia por consumir bebidas azucaradas y comida densa en energía (pastelillos, dulces y botanas como papitas y frituras), entre otros.

Por ello, se preguntó sobre la responsabilidad que tienen los profesionales de los alimentos de orientar a las personas para que consuman alimentos saludables en un contexto donde el hambre mundial habla de que hoy más de 815 millones de personas sufren subalimentación crónica, según el último informe de la FAO.

Dio a conocer las estrategias para lograr hambre cero en el 2030 a través de una lista de acciones sencillas que ayudan a llevar el estilo de vida saludable, como el comprar sólo lo que necesita, almacenar la comida de manera sensata, aprovechar los desperdicios de alimentos, mantener los suelos y agua limpios, tener conversación con las personas sobre el respeto por la alimentación y utilizar menos agua, entre otras.

“Debemos ser un consumidor consciente e, incluso, una vez por semana trate de hacer una comida completamente vegetariana, donde se incluyan legumbres como lentejas, frijoles, guisantes y garbanzos, en lugar de carne”, dijo Arteaga McKinney.

También hizo la invitación a que cuando se vaya al mercado, se deben comprar productos de empresas que llevan a cabo prácticas sostenibles y no dañan al medioambiente, además de señalar que los precios bajos a menudo significan altos costos humanos o medioambientales.

Asimismo, criticó el hecho de que actualmente se utilizan más recursos naturales para producir carne, especialmente agua, y se talan y queman millones de acres de selva para convertir la tierra en pastizales para el ganado.

“También hay que aprender a identificar ingredientes no saludables, como ácidos grasos trans y conservantes en las etiquetas de los alimentos; en igual forma, se deben evitar los alimentos con azúcar añadido”, concluyó.