El edificio principal aún estaba inconcluso cuando iniciaron los cursos en la Universidad de Sonora: ladrillos, varillas, arena y sacos de cemento hormigueaban alrededor de la construcción a medias. Sólo la infraestructura original de lo que hoy es el Departamento de Letras y Lingüística estaba lista para recibir a los alumnos fundadores de la institución.
Fueron unos pocos docentes y trabajadores administrativos y de servicios quienes el otoño de 1942 abrieron las aulas de la naciente institución a la juventud estudiosa, no solamente de Sonora sino también del noroeste del país, dando inicio formal a las clases en las escuelas secundaria, preparatoria y normal. La matrícula inicial fue de 326 estudiantes, la mayoría de ellos concentrados en la escuela secundaria.
Así se empezó a escribir la hazaña académica de la máxima casa de estudios de la entidad. Y en ese marco, la categoría de todo el personal que abrió las puertas de la historia estaba en el limbo: ¿eran trabajadores de base o eran empleados de confianza? A nadie o a casi nadie le importaba en ese momento.
Este día, miércoles 1 de junio, la Universidad de Sonora reconoció en ceremonia solemne la labor y el aporte permanente del personal de confianza, un acto protocolario que se empezó a implementar desde el año 2014 como un incentivo a la responsabilidad y constancia, así como a la invaluable labor de este sector que ha enriquecido los vínculos internos de la institución en beneficio de la comunidad universitaria.
En el teatro Emiliana de Zubeldía, sede del evento, la rectora María Rita Plancarte Martínez señaló que de acuerdo con las diversas normativas, “conceptualizar al trabajador de confianza es algo relativamente fácil, pero entender su naturaleza es mucho más complejo, porque en el universo de los trabajos que se desarrollan en nuestra casa de estudios, el personal de confianza realiza tareas que muchas veces no se rigen por horarios ni días laborables o festivos ni por periodos de asueto, sino por las necesidades específicas de la institución, para dar cumplimiento en tiempo y forma a los compromisos establecidos ante la sociedad”.
Pero ¿de qué hablamos cuando nos referimos a trabajadores de confianza?
El artículo 9 de la Ley Federal del Trabajo define que la categoría de trabajador de confianza depende de la naturaleza de las funciones desempeñadas y no de la designación que se dé al puesto, y señala que las tareas de dirección, inspección, vigilancia y fiscalización, cuando tengan carácter general, y las que se relacionen con trabajos personales del patrón dentro de la empresa o establecimiento, como funciones de confianza.
Por su parte, los abogados y defensores de los derechos humanos Rodrigo Olvera Briseño y Edith Natividad Andrade dicen en el libro Trabajo de confianza en México. Entre el mito y la realidad que en México la categoría de ‘trabajador de confianza’, concebido erróneamente como un grupo privilegiado, está precarizado; además, desprotegido de sus derechos humanos laborales, desde una perspectiva del análisis del marco legal nacional e internacional.
“El trabajo de confianza —añaden— es una categoría laboral que conduce a formas diversas de precarización laboral, tanto en el ámbito público como privado. Históricamente ha sido un tema incómodo dentro del Derecho Laboral, que inevitablemente requiere profundas modificaciones legislativas y de prácticas laborales”.
Y subrayan que “si todo el personal de confianza encuentra limitaciones en sus derechos laborales, estas limitaciones tienen un mayor impacto para las mujeres trabajadoras, especialmente en las que ocupan puestos de mandos medios y categorías más bajas, que es donde predomina la contratación de mujeres”.
En la ceremonia de hoy fue precisamente una mujer quien habló a nombre del grupo de 34 mujeres y 20 varones que fueron homenajeados por sus tres o más lustros de servicio: Ma. del Carmen Romero Telles, adscrita del área de Coordinación de Bibliotecas, con 35 años de servicio en la institución, quien señaló: “Somos afortunados de tener la oportunidad encontramos de nuevo en este recinto, como hace cinco años.
“No somos los mismos —añadió con emoción—: tuvimos pérdidas de padres, familiares, amigos y compañeros; en estos dos últimos años fuimos arrancados de nuestro confort laboral y aprendimos a servir a nuestra institución desde una nueva modalidad, rompimos paradigmas al vernos ante nuevos desafíos hacia el compromiso con nuestra institución, sin importar horarios, fines de semana o vacaciones; adquirimos nuevos conocimientos, competencias y habilidades, y siempre estuvimos ahí, desde nuestro lugar o función que ocupamos, para seguir apoyando en la reconstrucción de la gran Universidad que somos a partir de nuevos modelos de trabajo.”
Más que la antigüedad en el trabajo, que siempre tiene su mérito, el objetivo de la ceremonia es distinguir el liderazgo y el espíritu de colaboración de las mujeres y hombres que conforman el sector de trabajadores de confianza, así como reconocer el trabajo en equipo, la vocación, la toma de decisiones y los deseos por participar en la construcción permanente de una casa de estudios vigorosa y con visión de futuro.
A fin de cuentas, ese espíritu es el que motivó que en el otoño de 1942 abriera las puertas la Universidad de Sonora, idea impulsada por el pueblo de Sonora y encabezada por un grupo de jóvenes sonorenses que cursaban estudios universitarios en la Ciudad de México; entre ellos, Herminio Ahumada, quien el 10 de agosto de 1938, en un discurso ofrecido en el recinto del poder legislativo local ante funcionarios, vecinos destacados y ciudadanos en general, habló de las escasas oportunidades para educarse de los talentos surgidos de Sonora, y de la urgencia de crear la Universidad.
“Si queremos transformar el medio ambiente nacional, si queremos cambiar el sino de nuestra historia, eduquemos a nuestra juventud. Para ello es necesario, por lo menos, que contemos con una Universidad de Sonora hecha con el esfuerzo, con el sacrificio de cada uno de sus hijos… triunfo de la cultura, triunfo del espíritu”. Y ahí estaban presentes, en el momento sublime de abrir las puertas de la institución, los trabajadores universitarios que apenas se vislumbraban como de confianza.