Para poner fin de verdad al hambre debemos atacar sus causas profundas: los conflictos de guerra, la inestabilidad política y social; la pandemia por la covid-19 y los efectos de las crisis climáticas, afirmaron académicos de esta casa de estudios respecto al estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo.
Plantearon que los niños y niñas deben estar bien alimentados y educados, las mujeres realmente empoderadas y las infraestructuras rurales deben reforzarse para poder alcanzar el objetivo del Hambre Cero.
Afirmaron la necesidad urgente de un enérgico llamamiento a una cooperación reforzada que vincule la prevención, preparación y respuesta para abordar las necesidades humanitarias urgentes y las causas profundas, entre las que se incluyen el cambio climático, crisis económicas, conflictos y desplazamientos de población.
El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, reciente, dio un informe de que sigue creciendo el número de personas que en diversas regiones del mundo se encuentran al borde de la hambruna.
El su reporte señala que en ese aspecto decenas de millones de personas se asoman a un abismo, advirtiendo que los conflictos, el cambio climático y el covid están aumentando el número de personas que padecen hambre aguda.
Los últimos datos, precisó en su informe, muestran que ahora hay más de 45 millones de personas que están al borde de la inanición.
Pobreza extrema
Juan Manuel Vargas López, profesor jubilado del Departamento de Investigación y Posgrado en Alimentos (DIPA) de esta casa de estudios, hizo referencia al especialista en el área y presidente del Grupo Banco Mundial, David Malpass, quien señaló cómo en el último año la covid-19 ha desbaratado la seguridad económica, sanitaria y alimentaria de millones de personas y que por ese motivo hasta 150 millones de individuos pueden caer en la pobreza extrema.
Planteó que, si bien los impactos de la pandemia en la economía y en la salud han sido devastadores, el aumento del hambre observado constituye uno de sus síntomas más tangibles.
Aseguró que las pérdidas de ingresos se han traducido en menos dinero en los bolsillos de las personas para comprar alimentos, mientras que las alteraciones en los mercados y en el suministro de productos debido a las restricciones de transporte han generado escasez a nivel local y precios más altos, especialmente en el caso de los alimentos perecederos.
Esta reducción del acceso a alimentos nutritivos, añadió, tendrá impactos negativos en la salud y el desarrollo cognitivo de los niños de la era covid durante muchos años.
“Los precios mundiales de los alimentos, medidos por un índice de precios del Banco Mundial, subieron un 14 % el año pasado y las encuestas telefónicas realizadas periódicamente por el Banco Mundial en 45 países demuestran que un número considerable de personas se queda sin alimentos o reduce su consumo”, agregó.
Tres medidas claves
Vargas López señaló que, dado que la situación es cada vez más grave, la comunidad internacional puede adoptar tres medidas clave en 2022 para aumentar la seguridad alimentaria y ayudar a prevenir un daño más grave para el capital humano.
La primera, indicó, es permitir el libre flujo de los alimentos para evitar la escasez artificial y los picos de precios, los alimentos y otros productos esenciales deben cruzar las fronteras con la mayor libertad posible.
La segunda prioridad, añadió, es reforzar las redes de protección social. “Las redes de protección a corto plazo constituyen un respaldo vital para las familias afectadas por las crisis sanitarias y económicas”.
Y la tercera, afirmó, es mejorar la prevención y la preparación. “Los sistemas alimentarios del mundo soportaron numerosas conmociones en 2020, desde los impactos económicos en los productores y consumidores hasta las plagas de langostas del desierto y el clima errático. Todos los indicadores sugieren que esta puede ser la nueva normalidad”.
Ecosistemas amenazados
Reconoció que los ecosistemas de los que dependemos para el suministro de agua, aire y alimentos están amenazados y que el calentamiento del planeta contribuye a generar fenómenos climáticos extremos cada vez más costosos y frecuentes.
Al mismo tiempo consideró que mientras más personas se agolpan en viviendas de baja calidad en barrios marginales urbanos o zonas costeras vulnerables, una mayor cantidad de ellas queda expuesta a sufrir enfermedades y desastres climáticos.
“Los avances en términos de desarrollo pueden desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. Nuestra experiencia con huracanes o eventos sísmicos muestra que es más eficaz invertir en prevención, antes de que se produzca una catástrofe. Por eso, los países necesitan programas de protección social adaptables, programas que estén conectados a sistemas de alerta temprana sobre seguridad alimentaria y que se puedan ampliar para anticiparse a conmociones”, dijo.
Juan Manuel Vargas estableció que hace mucho que se debería haber hecho la transición a prácticas que salvaguarden y aumenten la seguridad alimentaria y nutricional de manera perdurable, asegurando que lista de tareas pendientes es larga y reviste urgencia.
“Necesitamos financiamiento sostenido para enfoques que contribuyan a priorizar la salud humana, animal y del planeta; recuperar paisajes y diversificar los cultivos para mejorar la nutrición; reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos; fortalecer las cadenas de valor agrícolas para crear puestos de trabajo y recuperar los ingresos perdidos, y poner en práctica técnicas eficaces de agricultura climáticamente inteligente a una escala mucho mayor”, concluyó en su intervención en este tema.
Drástico aumento de la hambruna
La hambruna es una grave escasez de alimentos en un área geográfica grande o que afecta a un gran número de personas, sostuvo por su parte Carmen Lizette Del Toro Sánchez, académica del DIPA.
Señaló que existe mucha literatura al respecto de este tema, pero que, sin embargo, se pueden englobar dos principales causas: fenómenos naturales (terremotos, volcanes, sequías, inundaciones, enfermedades en los cultivos o plagas de insectos que destruyen las cosechas), y por acciones humanas (guerras, bloqueos, insurgencias civiles, destrucción de cosechas, aumento de la población, pobreza generalizada, grandes desigualdades en un país, transporte o distribución ineficiente y desorganizada de los alimentos).
Del Toro Sánchez puntualizó que a través de la historia se han registrado casos de pequeñas y grandes hambrunas, ocasionando algunas de ellas la migración de la población o millones de muertes por inanición y causas relacionadas.
La Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), informó, advierten que el hambre aguda aumentará en más de 20 países si no se presta asistencia urgente y a escala (https://www.fao.org/news/story/es/item/1390765/icode/).
“La mayoría de los países afectados se encuentran en África; sin embargo, en otros países entre ellos los de América Latina y el Caribe, se prevé que el hambre aguda aumente drásticamente.
Conflictos y otras formas de violencia
Asimismo, consideró que los conflictos y otras formas de violencia dentro de los países son causas principales para que la hambruna incremente considerablemente, así como la enfermedad por coronavirus (covid-19) que seguirá afectando a numerosos países en todo el mundo, dejándolos en una situación de elevada vulnerabilidad a las perturbaciones económicas en donde América Latina es la más afectada por el deterioro económico.
“Como consecuencia de esta pandemia, también ha sido el acceso limitado de algunos países para la entrada y salida de productos tanto básicos para los cultivos hasta los productos finales, los que no logran acomodarse por esa problemática”, reconoció.
Por otra parte, dijo que también ha disminuido el apoyo a las personas necesitadas de los diferentes países derivado de esta situación. Probablemente, agregó, los fenómenos climáticos extremos y los meteorológicos también continuarán constantemente en algunos lugares abonando al incremento de la hambruna.
“Generalmente no se pueden prevenir los desastres naturales y las sequías, pero sí para que estas situaciones no se conviertan en hambrunas”, comentó la académica del DIPA, planteando que por supuesto la medida preventiva final es tener una economía diversificada y un sector agrícola y alimentario bien desarrollado.
Una solución, sostuvo, pudiera ser la producción de alimentos básicos gracias a la adopción de nuevas tecnologías de agricultura, conjuntamente con una efectiva reserva de alimentos y un plan para el manejo de desastres. “Igualmente, algunas de las enfermedades de las plantas se pueden controlar o eliminar”.
Es necesario, aseveró Lizette del Carmen Del Toro, contar con decisiones gubernamentales y políticas con el fin de evitar la inanición. Las hambrunas ocasionadas por actos humanos, afirmó, son por supuesto totalmente evitables y que todo se centra en la decisión de cada persona para evitar este daño.
Un círculo vicioso
El académico jubilado por el Departamento de Ciencias Químico Biológicas, Samuel Galaviz Moreno, señaló que “es terrible el círculo vicioso que se ha formado a partir de la pandemia de coronavirus. Las personas con más carencias, las con menos ingresos, y la alimentación más deficiente, son las que están sufriendo los estragos de la enfermedad, por la necesidad de trabajar fuera de sus casas”.
Al mismo tiempo, se lamentó, la pandemia está llevando a un estancamiento económico en el que los recursos, de por sí limitados, escasean aún más. Entonces, añadió, sus condiciones empeoran, se vuelven todavía más vulnerables y comprometen su crecimiento y desarrollo físico y mental, ya de por sí limitado.
“Este limitado desarrollo limita también sus opciones para salir del conocido círculo de pobreza-enfermedad-pobreza”, reiteró.
Galaviz Moreno indicó que, en el mundo, de acuerdo con el reporte “Hunger Hotspots FAO-WFP early warnings on acute food insecurity”, de 2021, un vistazo de agosto a noviembre, en 2020, se estimaba que 155 millones de personas, de 55 países o territorios estaban en inseguridad alimentaria aguda, unos 20 millones más que en 201 y la tendencia continúa, admitió.
El ex director de la División de Ciencias Biológicas y de la Salud expresó que tenemos una situación clásica aplicada a la pandemia: pobreza de recursos – mayor exposición por trabajo- mayor vulnerabilidad – más enfermedad – más desempleo o subempleo – menos recursos. “El impacto primero de lo que estamos viviendo es sobre la alimentación. Según la Ensanut 2018-2019, es decir, antes de la pandemia, más del 54% de los hogares mexicanos padecía algún nivel de inseguridad alimentaria; más del 22% la padecía moderada o severa”, anotó.
Esto representa, afirmó, 18 millones de hogares, en el primer caso, y uno poco más de 7 millones en el segundo y que esos números, los que calificó de por sí preocupantes, muy probablemente se han incrementado ante la actual crisis económica y de salud.
En México…
Galaviz Moreno dijo que la malnutrición en México refleja esta problemática de inseguridad alimentaria, en la desnutrición infantil crónica, misma que se mantiene por arriba del 13%, a pesar de que ha ido disminuyendo en el tiempo. “Hay seguridad alimentaria cuando las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana”.
El desempleo, el subempleo, la inflación y el consecuente deterioro del poder adquisitivo, indicó, son factores clave en la adquisición de alimentos y la seguridad alimentaria.
Dio a conocer que el empleo informal en México ha crecido durante la pandemia y que, de acuerdo con el Inegi, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, INOE, arrojó que al finalizar el tercer trimestre del año 2021, 31.4 millones de personas trabajaban en el sector informal de la economía, un aumento de 3.9 millones, comparado con el 2020. “Las personas que trabajan en la informalidad son 55.8 millones, el 56.3 por ciento de la población ocupada, en el país”.
Port ello, señaló que, debido a la enorme desigualdad social en México, el círculo vicioso, con pandemia incluida, golpea más severamente a los más que menos tienen, y de ellos, a los más vulnerables de los vulnerables: los niños.
Inseguridad alimentaria: contexto, causas y consecuencias
Durante el año 2021, un 30% (cerca de 2100 millones de personas) de la población mundial no pudo acceder a alimentos adecuados en calidad y cantidad para llevar a cabo una vida activa y saludable, puntualizó Trinidad Quizán Plata, profesora-investigadora de tiempo completo de la Licenciatura en Ciencias Nutricionales del Departamento de Ciencias Químico Biológicas.
Lo anterior, subrayó la académica universitaria, habla de que se sufrió inseguridad alimentaria (IA) (FAO, 2021), la cual, dijo, es una difícil situación en la cual se carece de forma regular de acceso a alimentos, especialmente nutritivos. “Esto sucede cuando las personas no pueden adquirir todos los grupos de alimentos que deben de consumirse de manera cotidiana; por ejemplo, carnes, lácteos, leguminosas, cereales, frutas y verduras”, añadió.
Trinidad Quizán comentó que esos grupos en su conjunto proporcionan todos los nutrientes necesarios que son fundamentales para un buen crecimiento, desarrollo normal y en general para llevar una vida activa y saludable.
La actual pandemia que estamos viviendo, precisó, aumentó la prevalencia de IA en los hogares mexicanos hasta cuatro puntos porcentuales de 55.5% al 59.1 del 2018, al 2020 (Ensanut 2018-2019, 2020).
En Sonora, informó que el 22.3% de las personas (661 mil) no pueden acceder a una alimentación nutritiva y de calidad (Coneval, 2020). La inseguridad alimentaria, advirtió, puede presentarse en diferentes niveles de severidad; es decir a nivel leve, a moderado y al severo.
“La inseguridad alimentaria leve sucede cuando las personas no pueden contar uns variedad de alimentos suficientes; los tienen, pero no de calidad; o bien, no pueden tener acceso a todos los grupos que deben de consumir principalmente por falta de recursos económicos”, dijo.
En el nivel moderado, agregó, las personas además de no contar una alimentación variada, su consumo es en menor cantidad o comen porciones más pequeñas de lo habitual porque en su hogar no hay suficientes alimentos. Y en el severo, apuntó, los hogares no cuentan con alimentos y pueden hacer solo una comida del día o bien, dejar de comer todo un día e irse a la cama con hambre. “Esto incluye a los niños (FAO, 2020)”.
Quizán Plata indicó que la IA está asociada a ingresos insuficientes, a la pobreza, políticas alimentarias y nutricionales inadecuadas o ausentes, a escasez de agua y fenómenos meteorológicos que repercuten en la producción de la agricultura, a los conflictos bélicos, malas gobernanzas, el racismo que impera actualmente, entre otros.
“Estos determinantes varían de acuerdo al contexto de los países; por ejemplo, en Zimbabue, África, por los problemas de sequía, el 50% (7.7 millones) de la población padece IA grave y se han quedado sin alimentos, sufren hambre y pasan días sin comer, poniendo en grave riesgo su salud y bienestar (Naciones Unidas, 2020).
Asimismo, dijo, en Siria, el 60% de su población (12.4 millones) se encuentra actualmente en una difícil situación de carencia de alimentos debido a conflictos bélicos, desplazamientos forzados y despojo de sus medios de vida (PMA, 2021).
Inequidades
La académica Quizán señaló que en México las inequidades, la pobreza y la falta de políticas públicas mejor encaminadas han repercutido en este proceso de IA (INSP, 2020). “Las repercusiones que implica no contar con una variedad adecuada de alimentos a largo plazo, tienen efectos negativos en la salud, nutrición y bienestar de las personas”, sostuvo.
Indicó que la IA se ha asociado con enfermedades crónicas como obesidad, diabetes, enfermedades coronarias y también con menor productividad laboral y en los estudiantes con menor rendimiento escolar. En general, la IA se asocia a problemas de salud mental como ansiedad depresión e ideas suicidas, agregó.
“Personas bien nutridas y con SA, muestran mayores capacidades de aprendizaje, de trabajo y a su vez, se refleja en una sociedad con un buen capital humano”, expresó.
Por ello, concluyó, los países no deben de escatimar recursos para invertir en la SA de su población y, por lo tanto, la tarea para reducir la IA es en conjunto: gobierno, empresa, instituciones educativas y de investigación, ONG y sociedad. “Juntos se puede lograr lo impensable”.
Combinación de factores
A su vez, Carlos Lizárraga Celaya, académico jubilado en el departamento de Física indicó que las crisis alimentarias son el resultado de una combinación de factores, siendo importante establecer si las razones se deben ya sean a la falta de disponibilidad de alimentos, a su acceso limitado o son severas pero localizadas.
Afirmó que los países en situación de este tipo de crisis requieren asistencia externa, ya que por lo general no cuentan con los recursos para enfrentar dichos problemas de inseguridad alimentaria.
Expuso que las crisis alimentarias se catalogan en tres tipos con grados de severidad descendente: naciones que enfrentan una escasez excepcional de alimentos y provisiones debido a la falla en las cosechas, desastres naturales, interrupción de las importaciones, disrupción en la cadena de distribución, pérdidas excesivas en pos-cosechas y otros tipos de cuellos de botella. (Ejemplos: Kenia, Líbano, Siria, Somalia, y otros).
“También países con falta de acceso generalizado donde la mayoría de la población no puede conseguir alimentos de mercados locales debido a bajos ingresos, costo excepcionalmente elevado, o la inhabilidad de movilizarse dentro del país. (Ejemplos: Burundi, Corea del Norte, Chad, Etiopía, Venezuela, y otros)”, añadió.
Asimismo, señaló a aquellos con inseguridad alimentaria severa localizada debido al flujo de refugiados, concentración de personas desplazadas internamente, o en áreas con una combinación de fallas en las cosechas y pobreza extrema. (Ejemplos: Afganistán, Bangladesh, Burkina Faso, Congo, Haití, Pakistán, y otros).
Lizárraga Celaya señaló que el problema de la inseguridad alimentaria se debe a muchos factores, como el carácter del estado actual del clima derivado de las actividades humanas; de los eventos meteorológicos y climáticos extremos, y también de carácter geopolítico de determinada región del mundo.
“Por un lado, se ha determinado que el cambio climático ha ido cambiando los patrones de precipitación, elevando las temperaturas, provocado eventos extremos como olas de calor, sequías, incendios forestales o huracanes más intensos, aparición de plagas y enfermedades”, dijo, planteando que ello puede provocar fallas en las cosechas, en la pesca; afectar la disponibilidad de agua para las actividades humanas básicas, lo que conduce a hambrunas y migración de la población en condiciones de vulnerabilidad.
“Por el otro, la falla de los sistemas de gobierno, los frecuentes conflictos civiles y armados, provocan la irrupción de los sistemas de producción y distribución de alimentos, forzando a la migración masiva de su población”.
Dio a conocer que existe un número importante de organizaciones internacionales de rápida respuesta que acuden a ayudar a mitigar la inseguridad alimentaria y apoyo humanitario de millones de personas en situación de vulnerabilidad a lo largo del planeta, a veces resultando insuficientes los esfuerzos por la magnitud de la problemática, sobre todo cuando la población se encuentra dentro de zonas de conflictos armados o se provocan migraciones masivas de la población.
Cada situación, consideró que es diferente, imprevisible, y sobre todo urgente, lo que hace que esto sea un problema es complejo.