Jesús Alberto Rubio//
En el marco del Día Internacional de los Pueblos indígenas, hoy 9 de agosto, académicos universitarios señalan que debe prevalecer el respeto al accionar social e histórico de las comunidades originaria que dieron sentido a los territorios de México con sus simbologías y significados, haciendo que de la tierra, agua, viento y fuego se sentaran culturas diversas.
El planteamiento, indican es no permitir que los pueblos indígenas desvanezcan ante la modernidad y el ostracismo voraz, la sabiduría y empatía de quienes edificaron los diferentes paisajes en el desierto, valles, selvas y áreas lacustres del hoy México.
Coinciden en afirmar que los yaquis, nahuas, triques, tlahuicas, entre otros pueblos, no deben padecer más las implicaciones de las políticas públicas nacionales guiadas desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco de México, los que fomentan cercamientos legales y económicos que los han llevado a una condición de dependencia, desplazo y a otros en resistencia por la defensa sus territorios.
La conmemoración, coinciden, debe ser de respeto a su sustento natural y social, como son su cultura, lengua y territorios, considerando también el alcance en ese sentido que puedan lograr las políticas públicas del estado mexicano.
Visibilidad y resiliencia
Andrés Acosta Félix, docente en la Licenciatura y en la Maestría en Lingüística de la Universidad de Sonora, puntualizó en que hablar de visibilidad y resiliencia es hacer referencia también a la situación que desde hace varios siglos han vivido los grupos indígenas en México; es decir, las personas originarias que ya poblaban este su territorio antes de la llegada de los europeos.
Igualmente, dijo, se sabe cómo demandan una y otra vez justicia y un estatus social de reconocimiento, respeto ante la lengua, cultura y tradiciones, como una manera directa de decir ya basta de vivir tanta discriminación.
Como todos sabemos, indicó, el discurso oficial por parte del gobierno federal continuamente dice que desde los tiempos de Lázaro Cárdenas se les ha atendido e incorporado, “lo que hace posible la convivencia de la actitud hegemónica y colonizada por parte de los funcionarios, frente a la rabia y el coraje de los indígenas que viven su cotidianeidad bajo ese yugo, teniendo que soportar la farsa de las políticas del lenguaje y la educación bilingüe que se han impulsado desde hace varias décadas”.
Por otra parte, reconoció que es verdad cómo en nuestro país hay instituciones que han puesto en marcha estrategias que intentan darle importancia a este tema tan complejo, tal es el caso del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas y el reciente Instituto Nacional para los Pueblos Indígenas.
Sin embargo, planteó que esas estrategias no son del todo suficientes mientras los mexicanos no estemos dispuestos a cambiar la actitud paternalista pero también violenta hacia lo denominado ‘indígena’.
“Ahora que estamos en la Cuarta Transformación, es el momento que debemos aprovechar para pagar esa gran deuda histórica en varios sentidos que tenemos todos los mexicanos desde el siglo XVI”, puntualizó.
Afortunadamente, comentó, hay trabajo colectivo desde dentro de las comunidades sobre propuestas de escritura y creación de materiales pedagógicos. Lo único que hace falta es socializarlos y apoyarlos para que la mentalidad del mexicano común y corriente cambie de una vez por todas y valore de verdad el México multicultural y multilingüe que somos.
De las carabelas a los tecnócratas
Francisco Javier Covarrubias Baldenebro, profesor de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de esta casa de estudios, dijo que, desde la llegada de las carabelas españolas hasta el arribo de los tecnócratas provenientes de Oxford, Cornell o Yale, la historia de los indígenas latinoamericanos y mexicanos ha significado depredación, despojo y excesos de poder.
En su versión moderna, sostuvo, se siguen traduciendo en humillaciones hacia ellos, las que empiezan en las oficinas de Fondo Monetario Internacional y terminan en la casa de cada habitante de las zonas rurales donde moran mayormente las etnias ancestrales, estimadas entre 14 y 17 millones de personas.
“Es una explicación pálida de la verdadera realidad a que están todavía sometidos no menos de 34 millones de los habitantes originales del continente, e indígenas de México, quienes sobreviven gracias a la tortilla, el chile y los frijoles”, expresó.
Indicó que datos recientes de Salud Pública demuestran que tan sólo uno de cada cinco niños mexicanos no poseen el peso y estatura normal, y que la pobreza de la población indígena, además de haberse convertido en escándalo moral, es ya un enorme riesgo, así como un reto que implica reformulaciones constitucionales y una amplia política social que lejos de ser excluyente integre en su proyecto de nación no sólo al llamado México moderno, sino también al México tradicional.
Mencionó que no se puede olvidar aquel 1 de enero de 1994 cuando estalló la violencia en Chiapas ante la pobreza sin opciones de los indígenas y cerca de 37 millones de mexicanos más, lo cual desnudó a la ingobernabilidad económica y política en que había entrado el país.
“Tampoco olvidar que, al cerrarse un ciclo de 500 años de la voluntad de exterminio y colonización española, en 1992, reunidos en el Zócalo de la Ciudad de México y en el Centro Cultural Teotihuacán, en el Estado de México, se amarraron ceremonialmente más de 147 bastones que simbolizaban a un igual número de etnias, que habían empeñado públicamente su palabra, jurando unirse y concertar acciones para recuperar su conculcada dignidad”, dijo.
Recordó que, al lugar, a donde también se dieron cita estudiantes y maestros de la Universidad de Sonora, en aquel entonces, habían llegado corredores indígenas del norte, el sur y el centro de América, para rechazar la celebración de los 500 años de conquista, racismo, exterminio y despojo territorial.
¿Por qué fungió en aquel entonces Teotihuacán como el corazón de un encuentro indígena nacional y continental?, se preguntó. Al respecto, consideró que es un planteamiento de difícil respuesta pero que lo que resulta más claro es que Chiapas es parte de un proceso irreversible en que se encuentran involucrados, y quizás como los más pobres de los pobres de todo el país, incluyendo a yaquis, comca’ac, mayos, guarijíos, o’dam (tepehuanos) y restantes etnias sonorenses, que enviaron representación al sur del México.
Francisco Javier Covarrubias expresó que es improbable que el llamado a formar un Frente de Liberación Nacional por parte de los indígenas tenga un efecto multiplicador en el resto de la sociedad civil.
“Máxime que el interiorizado racismo permea aun en el espíritu y en retruécano del pensamiento de una gran mayoría de los mexicanos, sin exceptuar a los políticos partidistas y los intelectuales de izquierda, centro y derecha que, como en España del siglo XVI, son renuentes a reconocer “al otro”, por considerarlo todavía inferior o degradado”, puntualizó.
Apoyo a los pueblos yaquis
Manuel Carlos Silva Encinas, profesor jubilado por el Departamento de Letras y Lingüística, hizo referencia a la política pública y el plan de justicia yaqui implementado por el gobierno federal, el cual dijo comprende varios puntos: “Los menos visibles, pero que se están trabajando, son antiguas demandas, principalmente la delimitación de los linderos del territorio yaqui y hacer valer el derecho al uso del agua de riego”.
Precisó al respecto que hay cinco programas, los que calificó de muy evidentes en los ocho pueblos yaquis, donde indicó se ve una gran movilización de trabajadores foráneos y empleados locales de la construcción.
Ellos son, indicó, el de vivienda implementado por la Comisión Nacional de Vivienda (Conavi), edificándose un promedio de 100 casas en cada uno de los pueblos; la construcción de los sistemas de drenaje y de agua para uso doméstico, así como los dispensarios médicos e instalaciones deportivas y de recreación infantil; además el de remodelación de las guardias de los gobiernos tradicionales.
Por otro lado, concluyó, los programas universales de Bienestar también han provocado a la fecha una evidente movilización de la economía doméstica, las becas para estudiantes, las pensiones para adultos mayores, para personas discapacitadas, etcétera.
Solidarios hacia las comunidades indígenas
Por su parte, Joel Montoya, también profesor de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, dijo que desde el ámbito ciudadano es muy necesario que todas las comunidades en lucha, mujeres, defensores del medioambiente, jóvenes, migrantes, campesinos, obreros, artistas, científicos, estudiantes y académicos se reconozcan solidarios y cercanos a las comunidades indígenas de nuestro territorio y del mundo.
Las comunidades indígenas, comentó, proveen a todas nuestras peleas cosmovisión y conciencia, cultura y contracultura, identidad y profundo sentido de pertenencia.
“Son ejemplares en la resistencia milenaria en contra del avasallamiento de los poderes dominantes ejercidos desde la religión, los gobiernos y la escuela como entidades que promovieron el debilitamiento de sus culturas”, sostuvo.
Desde ahí, afirmó que enaltecer este día, obligaría a todas estas entidades, utilizando el gran poder de los medios de comunicación, a una jornada reflexiva, dialógica y muy sentida sobre las comunidades indígenas, así como hasta hace años se conmemoraba con mucha fuerza el descubrimiento de América, en la intención de promover su reconocimiento y ampliar socialmente la noción sobre sus prácticas, historias, músicas, lenguas, enseñanzas y tradiciones, con énfasis en la lucha por su existencia después de tantos siglos de dominio, imposición y barbarie.